sábado, 6 de junio de 2009

El hotel de los líos

EL HOTEL DE LOS LIOS

“Es un hotelito de tres estrellas acogedor y no está muy lejos de tu pueblo” –me dijo la joven al otro lado del teléfono, una tarde al llegar a casa y llamar al teléfono que habían dejado en mi ausencia. Tras llevar unos días en el paro y encontrarme a punto de empezar a desesperarme, aquella oferta de trabajo como recepcionista de hotel fue algo ”interesante”.

El hotelito era muy coqueto y se encontraba a casi cuarenta kilómetros de mi pueblo, junto al pueblo de Albeta (Zaragoza). Los techos de las habitaciones estaban forrados con madera de roble francés y también el comedor principal, donde se celebraban algunos banquetes de bodas.

En pocos días me puse al corriente de las funciones a desempeñar, aunque empecé a percatarme de los contras y la explicación de por qué en una época donde sobraba mano de obra de todas las cualificaciones, no encontraban a nadie a treinta kilómetros a la redonda en aquella zona geogràfica., denominada como la zona de “Las cinco Villas” de Aragón. Habían tenido que recurrir a la vecina Navarra parprogr encontrar personal, ignorante de su destino.

Me prometieron un contrato inicial, para conocernos todos y posteriormente el contrato indefinido, tan ansiado por cualquiera que haya pasado varias épocas en la cola del paro. A los dos días, me dejaron al frente de la recepción, confiados en que cumpliría perfectamente mi cometido, cosa que así fue.

Durante varios días estuve reclamando mi contrato, el cual, finalmente llegó veinte días después de haber iniciado mis andaduras por tierras aragonesas. Entonces, empezaron las sorpresas y la reafirmación de todos los pronósticos. La fecha del contrato indicaba a partir del 4 de febrero, cuando yo en realidad, había comenzado el 27 de enero. Dijeron que lo consultarían con la Gestoría y tratarían de rectificarlo, cosa que nunca fue así, es más, el contrato se quedó un mes en el rincón del mostrador de la recepción. Llegó la fecha de finalización sin pasar por el INEM. Como yo estaba más pendiente que la cuadrilla de incompetentes con la que estaba rodeada, lo comenté a la administrativa y ella sorprendida ante tal despiste burocrático, trató de arreglarlo. Imagino que la bronca fue monumental, ya que tuvieron que cancelarlo por uno de tres meses, aunque jamás rectificaron la fecha de inicio. Estuve trabajando una semana, a costa del desempleo, además, durante el primer mes, no libré más que unos cuatro dias Tuvimos que hacer días extras, porque a los pocos días de mi contratación, despidieron a otro recepcionista, que tenía la categoría de Jefe de Recepción, el cual, sin entrar en detalles de si era buena persona o no, o si era buen profesional o no, pusieron de patitas en la calle. A varias personas de la plantilla les había entrado por el ojo izquierdo y estuvieron constantemente cizañando al jefe para que lo echase.

Me pareció algo denigrante. Jamás, en mi vida laboral había visto tal actuación rastrera. Días después al muchacho le hicieron pasar un calvario teniendo que hacer varios viajes para poder hacerse con el certificado de empresa. Sufrí de ver tales actitudes. Después vino cuando tras el paso de los días, llegó la nómina y la famosa semana fuera de contrato además de los días extra, por supuesto, no me los pagaron, , por lo que tuve que pedirlo, ya que me demostraron claramente que no tenían demasiada intención en esforzarse para pagármelo. Tardaron todo lo que quisieron, pero finalmente se “dignaron”, claro, todo fuera de nómina y sin declararlo. No voy a entrar en detalles del precio al que me abonaron todo, porque cualquiera se echaría a reír.

Esos tres meses de vivencias de todo tipo, fueron tan “densos”, que cundieron como si hubiesen sido tres años. Poco a poco me fui enterando de la historieta de telenovela que tenía aquel lugar. La antigüedad del negocio era sólo de dos años y ya el fundador había hecho un desfalco, suspensión de pagos y traspaso a otro dueño, que era con el que yo tuve “el placer” (por no llamarlo de otra forma) de prestar mis humildes servicios. Ese nuevo dueño, pocos años antes, ( digo pocos, porque es lo que la gente comentaba), había tenido que huir de su pueblo natal, cercano a las cinco villas, arruinado. Se había mudado a Andorra y ahora estaba repleto de millones. La explicación no es difícil de entender, ¿cómo alguien puede hacerse millonario en pocos años?. Se dedicaba a las inmobiliarias y otros negocios que no supe cuáles eran, pero uno ya se puede imaginar…

Los compañeros que tuve, afortunadamente fueron buenas personas, dejando aparte lo del despido de aquel muchacho, pero conmigo se portaron bien. La que ascendió a jefa de recepción, que fue así, gracias al despido del susodicho, también fue buena compañera. Ella me enseñó todo. El resto del personal fue entrañable: los camareros, personal de limpieza… Nunca olvidaré al encargado de mantenimiento, que fue quien me advirtió de mi destino y no se equivocó. Al pobre hombre también le cogieron ojeriza e imagino cual habrá sido su destino.

Poco a poco, el personal que tenía un poco de dignidad fue abandonando aquel paraíso del desorden. Desfilaron todo tipo de personas, hubo quien no duró más de quince días. Un día vino un chico de mi pueblo a trabajar en la cocina. Se sentía desconfiado y me contó que ese hotel tenía muy mala fama y nadie quería trabajar allí. Resulta que al antiguo dueño le gustaba la buena vida, las mujeres, el dinero….etc.. Todas las entradas al contado iban a parar a su bolsillo. Hubo gente que en el último año se quedó sin vacaciones y los tres últimos meses de su “reinado” no los cobraron.

Allí había un ambiente un poco tenso, sobre todo con “la nueva Subdirectora y Directora de Recursos Humanos”. Una don nadie, que ni tenía estudios, ni cualificaciones, pero yo no supe cómo ascendió tan rápidamente hasta pasado un tiempo. Era incapaz de hacer la “o” con un canuto. En los eventos se ponía tan nerviosa que las de recepción le teníamos que terminar las cosas. Todo el mundo hablaba de su incompetencia, pero nadie se atrevía a decírselo a la cara. Allí funcionaba el amiguismo, fueses competente o no, eso daba igual. Los nuevos dueños del hotel tenían un encandilamiento con ella inexplicable. La prepotencia era la reina del lugar. Me echaba las manos a la cabeza viendo tal desorganización, falta de coherencia y sensatez. A mi me sobraba tiempo para realizar todas las tareas en mi turno, cosa que a la nueva jefa de recepción no le ocurría. No sé. De todas formas, yo le tengo aprecio y no tengo nada que reprocharle, lo único es que el calendario nos lo daba de semana en semana. Había domingos que tenía que esperar a que me llamase para saber de qué iba el lunes.

Mis intenciones no eran de quedarme allí mucho tiempo, ya que el sueldo de miseria que pagaban a cambio de hablar idiomas, tener buena presencia, ser educada, culta, etc… no correspondía, así que empecé a mirar por las páginas de empleo de Internet algún trabajo más cercano a mi pueblo y sobre todo en Navarra, ya que el concepto que cogí de los aragoneses en aquellos días fue muy negativo. En las noches, buscaba en los Boletines de Navarra, en todas las páginas habidas y por haber, lo que ignoraba es que ellos tenían un espía en el ordenador que vigilaba todo lo que hacíamos. No sabía que a los señores les parecía mal. Aunque el resto de mis compañeros también lo hacían, pero como yo no me dedicaba a alabarles ni a hacerles la pelota, descubrí poco después que ya no me tenían ninguna consideración. Ante el mínimo desacuerdo por parte del señor director es cuando empezó a reprochar, se sentía enojado cuando las cosas no salían bien e intentaba buscar culpables por doquier, aunque todos sabíamos que todo era la mala gestión de la señora “Subdirectora y Directora de Recursos Humanos”, pero había una venda en sus ojos que no le dejaba ver que la incompetencia la tenía al lado e incluso me hizo llegar a sospechar si la relación entre Dirección y Subdirección era algo más que la simplemente profesional. Las largas horas que pasaban en el apartamento del hotel sugerían una especie de trío de película rosa.

Otra novedad que implicaba aquel trabajo era la disponibilidad horaria. Tú estabas fuera de tu turno, tranquilamente en la compra, en casa, etc… y recibías a cualquier hora del día llamada del hotel para preguntar cualquier estupidez que no suponía de gran importancia, pero era la manera de fastidiar. También me enseñaron bien a mentir y excusarme ante los clientes. Nunca atendía las llamadas, incluso las urgentes, siempre ponía excusas. Había múltiples llamadas diarias dirigidas a la señora subdirectora y nunca quería que se las pasáramos. Había que ir apuntando en un archivo todos los recados y pasárselos mañana y tarde. Hasta que llamaba a todas esas personas pasaban días y días. Su ineptitud era espeluznante. Mentía descaradamente. Nunca tenía preparadas las cosas a tiempo y hacía desesperar a más de un cliente. Sentía verdadera lástima por aquellas novias que esperaban su llamada de información sobre cómo transcurrían los preparativos de su boda. Si hubiesen sabido la realidad, creo que rápidamente se hubiesen buscado otro lugar donde celebrar el banquete de su boda.

Cuando llegaba la hora de cobrar la nómina, siempre había un problema para el día correspondiente y había que esperar unos días para que tal evento fuese posible. Lo mismo ocurría con los extras que contrataban para los pocos banquetes que tuvieron. Las señoras de la cocina, tenían que hacer más de un viaje para poder cobrar sus honorarios, los cuales nunca estaban preparados a tiempo por la señora Directora de Recursos Humanos y Subdirectora.

Estaba mi contrato a punto de finalizar cuando recibí una oferta de trabajo en mi pueblo. No dudé en aceptarlo, por mal que me fuese, seguro que habría más orden que allí. El mismo día, tuve notificación de que había aprobado la oposición tan ansiada, por lo que había probabilidades de plaza en un futuro, peor mientras tanto, trabajaría en mi pueblo.A la mañana siguiente mandé toda la do*****entación por el fax del hotel. Esa misma mañana llegó el señor Director muy enfadado bufando despavoridamente por las dependencias del hotel y se encerró en su despacho con el antiguo dueño y la “Señora Subdirectora”. Temblaban los pasillos ante sus voces de ira. Sospeché rápidamente de qué se trataba pero yo seguí con mi tarea. Cuando se encerraba en su despacho, no le gustaba ser molestado, así que me limité a *****plir con lo estipulado. Poco después vino un hombre joven preguntando por él y le comenté que estaba reunido, pero le dije que esperase un poco y le pregunté si se trataba de algo urgente. El hombre me dijo que no, que no tenía importancia. No quiso esperar ni dejar recado y se fue. Más tarde, cuando al señor director se le pasó el calentón preguntó si había venido un señor preguntando por él, yo le respondí que sí y le expliqué lo sucedido. Os podéis imaginar cómo se puso. Dijo que llevaba dos meses esperando a ese señor para comer con él, ya que era un concejal no recuerdo de qué departamento ni de qué pueblo. Entró nuevamente en su despacho vociferando y recalcando comentarios humillantes hacia mi. A la media hora, vino la “Señora Subdirectora” diciendo que firmase el do*****ento que me mostraba porque no me iban a renovar el contrato. Lo que no sabían los ignorantes era que yo ya me había buscado la vida. Fue cuestión de unas horas que yo no había comunicado mi cese.

Tardaron unos días en darme la liquidación, pero por lo menos la cobré.

Un par de meses después supe más de aquel hotel. En un comentario, un transportista de la empresa en la que yo estaba trabajando me dio la enhorabuena por haberme ido de aquel lugar de perdición. Me contó del todo la historia. Resulta que la señora “Subdirectora y Directora de Recursos Humanos” que todos sabíamos que estaba separada, pasó a tal estado civil porque tuvo un “affair” con el primer dueño. Fue pillada “in fraganti” por su marido. Ahì está la explicación de su ascenso y desmedida atención hacia ella. Me comentó también que el hotel había adquirido muy mala fama, ya que había sido protagonista de muchas infidelidades y líos sexuales, por eso le llamaban “El hotel de los líos”.

La experiencia me sirvió de mucho, aprendí que las apariencias engañan y que no siempre todo el mundo tiene lo que se merece o merece lo que tiene. Unos meses después quise indagar un poco más y le pedí a un familiar mío que posee una empresa de investigación comercial que se hiciese pasar como una empresa cualquiera y pidiese informes sobre mi. El día que les telefoneó apenas le dejaron terminar de preguntar y con muy mala educación le dijeron que yo hacía de todo menos trabajar, que me pasaba el día “metida en Internet”, lo que no le dijeron es que yo no hice “favores especiales” como era la costumbre en esa empresa, sobre todo entre el personal femenino. La que no daba la suficiente confianza como para prestarse a “tales servicios” no servía para trabajar en ese laberinto de pasiones desenfrenadas e impresentables ineptos.
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